La industria de salmoneras y cultivos marinos se instaló en el archipiélago de Chiloé desde la década del 80, apropiándose del maritorio, sin resguardos medioambientales y generando altos índices de contaminación. Pero, además, ha tomado la mano de obra local, distrayendo la producción agrícola. Esta intervención ha llevado a los mares al borde de su destrucción y a los chilotes a una dependencia económica.